Con la llegada del frío tenemos que realizar algunas tareas de mantenimiento para adecuar nuestros hogares a las bajas temperaturas. Una de ellas es el mantenimiento de los radiadores. Es una tarea sencilla, que además de evitarnos ruidos y problemas, repercute inmediatamente en la efectividad y en el ahorro de costes de nuestra factura. Así que vamos a hacer un breve repaso a la configuración, uso y mantenimiento de los radiadores de agua, los más comunes en nuestras casas.
El funcionamiento de un radiador de agua es sencillo. Recibe el agua caliente originada por un generador, bomba de calor o caldera, e irradia el calor en la estancia donde se encuentra.
Las partes de un radiador son simples:
- Dos tubos, uno de entrada de agua y otro de salida.
- La llave del radiador. Es el cabezal con el que nosotros habitualmente regulamos y cortamos el paso del agua cuando queremos que el radiador no se caliente.
- El detentor. Es la otra llave, menos conocida, pero fundamental para poder cortar el paso del agua y hacer cualquier operación de mantenimiento o sustitución del radiador.
- El cuerpo del radiador. Los elementos que se van uniendo entre sí y que permiten la libre circulación del agua por su interior.
- El purgador, elemento del que vamos a hablar ampliamente a continuación.
Una de las operaciones que tenemos que hacer necesariamente en los radiadores al principio de temporada es purgarlos. Además, durante su uso, debemos comprobar que se calientan homogéneamente por toda su superficie. Si la parte superior está más fría que la inferior, es porque tienen aire dentro (recuerda que el aire tiende a subir).
El aire, en cualquier circuito cerrado como el de la calefacción, puede ocasionar varios problemas. El más común es el ruido, suena como un goteo cuando se pone en marcha la calefacción, pero puede llegar incluso a la rotura y corrosión de los componentes. La solución consiste en purgar para eliminar el aire del sistema. Para ello, todos los radiadores tienen purgadores, normalmente, manuales.
El procedimiento es sencillo: colocamos un recipiente bajo el purgador para evitar mojar el suelo cuando salga el agua, abrimos el tornillo o la llave (con un destornillador, o incluso con una moneda) y dejamos que salga todo el aire (sabremos que no queda aire porque empezará a salir agua). A partir de ese momento no queda aire en el circuito y nuestro problema queda resuelto.
Consejo: el giro debe ser menor de un cuarto de vuelta. Si giramos demasiado podría escaparse toda el agua del radiador.
El procedimiento se debe hacer con todos los radiadores de la casa, uno a uno. Si tu casa tiene más de un piso, empieza por el piso superior, por el más alejado a la caldera (recuerda, el aire siempre tiende a subir). Si por el contrario tiene una sola planta, empieza por el más cercano a la caldera (si el más cercano ya tiene aire, es casi imposible mantener el recorrido).
¿Cómo purgamos, con los radiadores fríos o calientes?
Gran dilema cuando se habla de purgar radiadores. ¿debemos hacerlo con los radiadores calientes o con los radiadores fríos? Dos teorías. Los defensores de hacerlo en frío se basan en la seguridad de la persona que lo hace. El agua caliente del radiador puede quemarnos (puede estar hasta 60ºgrados) y manipularlo puede ser peligroso. Los partidarios de hacerlo en caliente argumentan que, sin temperatura suficiente, no forzamos la presión para eliminar completamente el aire. ¿Lo más recomendable? Unir los dos consejos: hacerlo cuando empieza a calentarse el agua, pero sin que haya alcanzado la temperatura máxima. Para ello sólo tenemos que dejar pasar un par de minutos desde el momento en que se ponga en marcha la calefacción para purgarlos.
Una vez purgado el radiador debemos comprobar la presión de la caldera, que debe estar entre 1 y 1,5 bares. No obstante, revisa siempre las indicaciones del fabricante de tu caldera o emisor de calor. En caso de que tu calefacción sea central, habla con el responsable del mantenimiento de tu edificio antes de purgar tus radiadores. En cualquier instalación son los pisos superiores los que suelen tener más presencia de aire.
También existen purgadores automáticos. El funcionamiento es simple. Se basa en el principio de Arquímedes por el que todo cuerpo sumergido en un fluido experimenta un empuje hacia arriba igual al peso del fluido desplazado. Cuando en el purgador no hay aire acumulado, sólo agua, el flotador se mantiene arriba y gracias al mecanismo interno se mantiene cerrado. El descenso del flotador, porque al estar suspendido en el aire este no lo sostiene, genera la apertura del obturador y la consiguiente descarga de aire hasta que se llena completamente de agua.
Para mejorar la eficiencia energética de nuestro sistema de calefacción, podemos instalar cabezales termostáticos en los radiadores. Instalados en lugar de la válvula de control manual, las válvulas con cabezal termostático permiten ajustar la temperatura de cada estancia permitiendo que el radiador sea autónomo respecto al termostato general de la casa.
Por tanto, podemos establecer una temperatura para que cada habitación sea independiente de la temperatura de la casa. La instalación solamente la podemos hacer si previamente hemos vaciado la caldera o hemos cortado el paso del agua en el caso de calefacciones comunitarias. Hoy en día estos cabezales pueden estar conectados a sistemas domóticos, que permiten centralizar desde un solo aparato en la casa la regulación digital de la temperatura de cada habitación.
Consejo: Pon siempre embellecedores en los radiadores. Es más estético y harás que las paredes alrededor del tubo de la calefacción se ennegrezcan menos con el calor.
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