El cambio de año nos trajo la dolorosa noticia de la desaparición de nuestra compañera Marina Larriera. Su proverbial discreción nos había mantenido ajenos a la gravedad de su estado.
En todo caso, quienes hemos trabajado con ella, apostábamos siempre a su favor ya fuera en la resolución de sus proyectos o, ahora, en la lucha con la enfermedad. De hecho esta no fue capaz de separarla de su trabajo y, en nuestro caso, hace muy pocos meses que estuvimos colaborando con ella en un proyecto.
Como a tantos compañeros de profesión, su calidad técnica y su talento como actriz no le alcanzaron para ganarse la vida en esa actividad. Así que Marina la complementó con su faceta de emprendedora, poniendo en marcha una agencia para eventos. Su inteligencia y el rigor y esfuerzo que ponía en cuantas cosas abordaba le llevaron al éxito en su empresa. En su caso, el de ganarse la vida proporcionando, siempre de manera honesta, que también se la ganaran quienes trabajaban con ella.
Nosotros tuvimos la oportunidad de compartir muchas grabaciones –fue, por ejemplo, la protagonista de unos de nuestros proyectos para la cadena Bricor- y de disfrutar de su profesionalidad, de su amistad y de su belleza tanto física como humana. Generosa como era, nunca puso reparos ante cualquier dificultad que se planteara en los rodajes. Incluso algunos de sus trabajos se realizaron ya en un estado muy avanzado de su segundo embarazo, el de su hija Charo.
Marina, argentina pero afincada desde hace muchos años en Madrid, estaba casada y tenía además otro hijo, Mateo, que también ha compartido plató acompañando a su madre en alguno de nuestros comerciales.
Mantendremos siempre en la memoria la misma admiración y cariño que le tuvimos en vida.